miércoles, 16 de noviembre de 2016

CAMINO DE LAS ZETAS: CRÓNICA

CAMINO DE LAS ZETAS-COLLADO SAN BENITO-COLLADO DE LA HAYUELA-FUENTE DEL YERRO-CAMINO DE LAS ZETAS

¡Hola! Soy la trucha del desfiladero y los socios de la Asociación me han elegido como su mascota.

Ya me dirán que pinta un pez como yo por las montañas y senderos que recorren estos calzabotas, ni que me hubieran sacado de aquella canción en la corrían las liebres por el mar y las truchas por las montañas, y que conste que he salido guapota en la foto, muy cargada con mochila, bastón, botas, gorrito, pero impresionante de guapetona.



El caso es que el cartógrafo del grupo, un tal Kike Cerrón, (hay que fastidiarse, si lo lleva en el apellido el tío), se le ha ocurrido una nueva ruta de 11 kilómetros, ni siquiera millas marinas, no, kilómetros, y nos cuenta “no si la ruta esta abierta, solo hay que pisarla un poquito para mantenerla”, bueno, pues vamos, me llevan y empezamos a pisarla.

Al principio muy bien, un camino ancho por el que se puede ir hablando y haciendo fotos, pero a la tercera zeta estoy totalmente mareada de las vueltas y la subida que no ha cesado desde que empezamos a andar.

Bueno, se estrecha el camino y ahora vamos por un sendero que alguien se ha ocupado de limpiar de arbustos para no pincharnos, pero siempre cuesta arriba. Yo sudaba por todas mis escamas, pero ellos seguían subiendo, hablando, es mas, parece que disfrutaban, ¡están locos!

Por fin llegamos al Collado de San Benito, las vistas estupendas, las escamas empapadas y las botas rozándome. Pensaba que habíamos llegado y empiezan a sacar sus viandas para almorzar, y me digo, algo me darán, pero alguien ha visto comer a las truchas jamón, chorizo, queso, chocolate, pero ni una mala lombriz que llevarse a la boca. Debido al forzado ayuno, me dedico a mirar las vistas, la ermita, el robledal, Riaza, pero ni una mala charca donde darse en baño.

Bueno terminan de almorzar y pensaba que íbamos a bajar, pero no, tira “palante” y me tienen preparada otra cuesta hasta el collado de la Hayuela, y aquí no os quiero ni contar, ¿con que era pisar el camino para mantenerlo?, eso es una selva, perdía mis escamas a cada paso con el roce de los arbustos que nos llegaban a la altura de la cabeza, y encima pasaban entre nuestras piernas unos bichos de cuatro patas a los que llaman perros, que no se como veían con esos arbustos tan altos, no se si se guiaban por la lengua que les llegaba al suelo o iban tan secos como yo.

Llegamos a un claro, con trozos de mi cuerpo colgando y todo el mundo pudiendo ver que soy una trucha fresquísima de la sangre que me brota, y empezamos a bajar, resbalando con las piedras, ya ni siento los pies. Vamos viendo el hayedo, el robledal y una charca enorme a la que llaman presa, por lo que aprieto el paso para ir y darme un baño, pero alguien me para y me desvía a la izquierda por un camino por el que van levantando polvo los que van primero, que nos comemos los que vamos detrás.

Después de pasar al lado de unos bichos con cuernos que me miraban con extrañeza, (yo creo que me hicieron hasta fotos, como para enseñarlas a la familia y que les creyeran que por allí había pasado lo que en alguna ocasión fue una trucha esbelta) llegamos de nuevo al inicio de la ruta, donde los servicios del Samur se hicieron cargo de mi cuerpo.

Hoy, desde el lecho del dolor, escribo esta pequeña crónica como advertencia a todos aquellos que quieran martirizar su cuerpo y se apunten a la Asociación en las direcciones que tenéis abajo.

Por último,estos dicen “nos vemos en la ruta” y yo os digo que ya nos veremos un una piscina, debajo de una sombrilla y con un refresco.

Saludos

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